De la innovación en el arte estamos hablando. En la Confusión de las Mentes casi todo es provocación. Es un artista muy provocador; es una obra tremendamente provocativa. Pero resulta que ese artificioso hostigamiento a la propia sociedad que abraza la propuesta en el seno de “su arte”, es casi siempre anunciado, sumiso, ajustado a derecho y, además, si se lo modula con inteligencia y sosiego organizativo, otorga incluso beneficios.

Es el reino del enredo; del aparente desafío, del reto a medias, de la justa de salón. ¡Innovadora provocación!: estereotipo de conductas superadas que todavía funciona en público como reclamo de aventuras, de una cierta libertad perdida en otros frentes. Cuanto más provocativo, más mediático y, en consecuencia, más comercial… y más caro el producto provocador o provocado. Cualquiera concerniente al engranaje puede provocar en este circo implosivo de la habilidad creativa. Provoca el artista, provoca el intermediario, provoca el director e incluso provoca el continente en donde se ofrecen las funciones. Y el público, cuando lo hay, viendo mientras tanto que le están dando por el culo, soportando la afrenta en silencio, embebido de una cierta mixtificación cultural a la que, por lo visto, tiene que rendir pleitesía. Es la Confusión de las Mentes.

Puede suceder que el ultraje no fluya de manera consciente en la mente de un autor, pero sí en la mente calenturienta de escribas y gestores adscritos a su nueva órbita en ciernes. Porque una parte importante de los terciarios implicados en la comedia necesitan que, de un modo u otro, se sigua jugando este juego. (Lo lleva implícito una forma de modernidad.) Y puede suceder también que al artista acabe gustándole el caldo de esta taza, especialmente si le puede proporcionar notoriedad.

Resulta divertido jugar a hacerse el travieso con el respaldo del sistema del bienestar.

Provocar sin provocar del todo se ha convertido en una parte esencial de la contemporaneidad del Grande Sistema Creatio. Que se siente mucho más atractivo, actual, nuevo, fresco y elitista al ser calificado por la mayoría con apelativos de rango vehemente. Hoy me siento bien al provocar.