Si acudimos a los diccionarios clásicos, “autorretrato” viene definido básicamente como la pintura de una persona hecha por ella misma. El autorretrato es uno de los ejercicios de análisis más profundos que puede hacer un artista sobre sí mismo… y sobre la especie humana. Implica investigar el rostro y conocerse hasta tal punto psicológicamente, que la expresión que tenga el autor en un instante determinado, tiene que traducirse en una obra de arte concluyente. Pero un autorretrato no implica necesariamente el término asociado a la pintura. Existe también como recurso literario; un autorretrato puede ser también un busto; y, desde que la fotografía existe, en este medio se han hecho maravillas. Nada que ver, empero, con la fiebre de los selfies contemporáneos, esa modalidad inane que ha banalizado el género hasta extremos que erosionan incluso lo patético.

Alomar-0, Escenas Costumbristas, Autorretrato, Mi otro yo con algunas contradicciones, Desierto, Madre Pintura, Resnou o nadaNUEVO son algunos procesos de mi trabajo que abordan el autorretrato como instrumento fundamental de desarrollo. Abordo el autorretrato como medida de mi existencia. Autorretrato como prolongación de la personalidad en lo abstracto. Autorretrato como revulsivo contra la incoherencia, el desatino y la necedad.

Yo no existo, soy una ilusión óptica… como el frío.