África Sin dormir

África Sin dormir

Durante mi primera estancia en África negra no llegué a conciliar el sueño. Fueron diez días sorprendentes con sus diez noches aún más excitantes.

La necesidad perentoria de nuevas vivencias, me obligaba a permanecer en permanente vigilia, hasta caer rendido al alba, minutos antes de que comenzar cada nueva jornada. Cual niño con juguete nuevo, luchaba en las madrugadas por mantener mi conciencia abierta, con objeto de continuar recreando lo vivido a la luz del sol. Un mundo insólito, totalmente desconocido y exótico se acababa de abrir ante mis ojos, de modo que no podía malgastar el tiempo dando rienda suelta al ritmo biológico recurrente.

En la soledad lúdica de mis noches toledanas, recomponía ciertos pasajes que aquella serie televisiva de mi adolescencia, El Túnel Del Tiempo, soñándome despierto como protagonista de escenas que sucedían ahora en la auténtica y generosa Edad Media de Mali, y más concretamente en los mismos lugares que acababa de visitar horas antes.

Como consecuencia médica de todo aquello, África se convirtió en la causante indirecta de mi recién estrenada hipertensión arterial, por sobredosis de excitación.