Mi otro yo

Mi otro yo

Autorretrato con joven de Sierra Leona
| Madrid | Antoni Socías, 2004

Veintiún años desde mi primer viaje a África y no había caído en la cuenta de lo que tenía entre manos. Sin otra finalidad que el disfrute personal y familiar, durante esos años había ido almacenando cientos de buenas imágenes y también objetos, hasta que una serie de circunstancias concurrentes me obligaron por fin a tomar una afortunada determinación. Reconvertiría todo ese universo íntimo africano en un proyecto artístico factible. Y lo mostraría en público, no para acreditar de forma orgullosa las “aventuras” vividas, sino para explicitar, mediante pruebas fehacientes, que existen otras áfricas posibles al margen de de los egos insanos y la retórica establecida.

El trasfondo o la tendencia exótica de cualquier iniciativa artística, al emerger en forma de representación creativa, puede resultar un arma de doble filo, una trampa para el artista. De hecho, tanto en literatura como en artes plásticas sucede de este modo con demasiada frecuencia. Al margen de aquellas fascinantes primeras épocas de descubrimientos a ciegas, posteriormente, excepto en casos muy rigurosos, los autores por regla general se han ido exigiendo cada vez menos a sí mismos en el plano deontológico. Lo habitual es dejarse abducir por la fascinación de las formas insólitas, el color exuberante y un entorno cautivador, no siempre aborigen. Arrastrados por la potencia intrínseca de esa belleza esclava, y amparándose en los beneficios sociales de un anecdotario estético siempre aplaudido, suelen caer uno tras otro en los abundantes vicios de la representación exótica.

No sin ciertas dudas, después de haber sopesado pros y contras, en la primavera de 2010 diseñé una estrategia de hechos consumados para mi siguiente viaje a Gambia, donde pretendía poner ciertos puntos sobre algunas íes. Esto, unido al hecho de que ya tenía una pica puesta allí, gracias a mi amistad con Caramo Fanta, joven artista hispano-gambiano, hizo que dicho proyecto se tornara cada vez más verosímil.

Conocía las pinturas de Caramo, pero lo que no sabía era lo de su otra vertiente creativa. Mientras me encontraba en su calle enfocando unas cabras apostadas a la escueta sombra de una tapia, Caramo me dijo al oído: “me encanta hacer fotos con el teléfono”. Nos sentamos a la sombra de un árbol a hablar del tema y me las fue enseñando en el propio visor. Eran unas fotografías diminutas, lo que de sí puede dar una cámara africana en píxeles, muy poca cosa, pero maravillosas en su concepción y, sobre todo, en su posterior desarrollo editorial. Consideré un milagro el que pudieran obtenerse tan buenos resultados con tan pocos medios. Cuestión de talento, me dije. Algunas de aquellas imágenes daban la impresión de ser daguerrotipos del diecinueve, aunque con una pátina tremendamente contemporánea. Durante el visionado el artista africano me explicó: “tengo una especie de Photoshop para celular; cuando no hay trabajo, me siento a la sombra de este mango y las retoco a mi gusto”. En aquel instante me invadió una mezcla de ternura e interés desorbitado por descubrir más de aquel personaje y de sus posibilidades. Sin pensármelo dos veces, a bocajarro le exhorté a que colaborara en el proyecto que acababa de poner en marcha. El resultado de esa colaboración es un compendio de intenciones y realidades, donde el negro se hace un sitio entre el blanco y el blanco entre en el negro: Mi otro yo con algunas contradicciones

Objetivos de la muestra

1.       Redefinir la visión convencional de África; darle la vuelta a partir de posiciones enérgicas y renovadoras, haciendo hincapié en ciertas maneras positivas de presentarla/entenderla, y alejando del escenario de reflexión la imagen recurrente que nos ofrecen los medios de comunicación a diario. Hay otros mundos posibles… pese al drama abúlico que atenaza el arte de nuestros días.

2.       Desarrollar una exposición de propuestas, que pueda ser explicada pedagógicamente al público como un ejemplo teórico y práctico de distanciamiento de los tópicos referentes al paisaje y/o a la identidad africanas.

3.       Servir de plataforma para el acercamiento con las asociaciones de inmigrantes. Entablar foros de discusión. Proponer talleres de trabajo conjunto. Charlas; conferencias.

4.       Poner de relieve la importancia del trabajo en equipo, como ejemplo de superación de las distancias entre artistas. La superación de los egos personales.

5.       Servir de ejemplo como modelo de superación en la persona de Caramo Fanta. Un artista en condiciones muy precarias que, alejado de las plataformas de expresión y divulgación del arte, recluido durante diez años en Gambia pintando por encargo motivos convencionales, más próximos a la confección de artesanía para turistas –única expresión del arte gambiano-, con esfuerzo inusitado ha sabido en muy poco tiempo adaptarse a los mecanismos contemporáneos de la creatividad.

Veintiún años desde mi primer viaje a África y no había caído en la cuenta de lo que tenía entre manos. Sin otra finalidad que el disfrute personal y familiar, durante esos años había ido almacenando cientos de buenas imágenes y también objetos, hasta que una serie de circunstancias concurrentes me obligaron por fin a tomar una afortunada determinación. Reconvertiría todo ese universo íntimo africano en un proyecto artístico factible. Y lo mostraría en público, no para acreditar de forma orgullosa las “aventuras” vividas, sino para explicitar, mediante pruebas fehacientes, que existen otras áfricas posibles al margen de de los egos insanos y la retórica establecida.

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