Actualidad
The Davis Museum 15 May 2010
Mi intervención para el Davis Museum en 2010
El Tesoro de Rehmilláns
El hallazgo de las trescientas cuarenta tablillas de Rehmilláns, ha dado un giro importante en la investigación de un período sombrío de la historia que, debido a la gran cantidad de condicionantes que concurren en un mismo sentido, fue denominado en su día como de la Confusión de las Mentes (1980-2080 d.C.).
A partir de los innumerables estudios científicos llevados a cabo sobre los objetos hallados en excavación, con anterioridad al descubrimiento del Tesoro de Rehmilláns, hasta la fecha sólo habíamos obtenido evidencias determinantes de una época negativa y rigurosa. Extremadamente lógico por otra parte, dado el cúmulo de conflictos, catástrofes y acontecimientos severos acaecidos sobre la faz de la Tierra a lo largo de la primera mitad del siglo XXI. Tanto el desarrollo económico desaforado como el desorden medioambiental derivado de él, después de siglo y medio de abusos contra natura, pusieron contra las cuerdas de modo implacable al conjunto de las estructuras mundiales. Como consecuencia, el sector mejor posicionado de la sociedad se vio obligado a cambiar sus hábitos de privilegio por otros más acordes con los tiempos, y a relacionarse con el medio natural y urbano de un modo distinto. De los mitificados conceptos de rentabilidad, genio, dinero, especulación, notoriedad, lujo o exceso se pasó sintéticamente y a la fuerza, en un abrir y cerrar de ojos, al de bancarrota. En aquel ambiente, la austeridad se impuso como norma de uso generalizado. Significa sin ir más lejos que tuvo que pasarse necesariamente del uso de los materiales inteligentes y más sofisticados a amasar de nuevo el barro; de la velocidad y las prisas al racional caminar; de la ausencia de comunicación al habla necesitada; de la importación milagrosa de productos innecesarios al cultivo y la recolección de lo más básico; del despilfarro generalizado a la gestión ponderada de recursos, voluntades y materias.
Salvo en casos contados y en áreas muy concretas, la nula previsión de sistemas factibles alternativos a la energía fósil, debido a un enfoque ciego de las ganancias y a una visión muy a corto plazo de los planes de negocio, propició que se apagara súbitamente la luz y que los motores y los sistemas cibernéticos de gestión dejaran de funcionar por falta de impulso. Obviamente, aquella metamorfosis a horcajadas trajo consigo el desvanecimiento inmediato del sistema del bienestar que, junto al trágico deterioro de la vida en el tercer mundo, precipitó otro cambio radical en la, hasta la fecha, “diplomática” relación entre pueblos y las personas. Países, etnias y hasta individuos de un mismo clan comenzaron a tratarse como antagonistas al principio de ese ciclo. Se reinstauraron con una gran celeridad, de Norte a Sur y de Este a Oeste, métodos y prácticas de épocas remotas. Los sistemas de valores instituidos dieron un giro de ciento ochenta grados. Se impusieron la ley del más fuerte y los reinos de taifas en su vertiente más descarnada.
Las Tablillas de Rehmilláns son únicas en el mundo en su género, restos materiales de un pasado-futuro que ponen en evidencia ciertas prácticas excepcionales, no detectadas en otras latitudes. Pese ha pertenecer al período más oscuro y accidentado de La Confusión de las Mentes, nos ofrecen sin embargo un punto de inflexión decisivo a la hora de abordar esa época difícil de la historia. La semilla de la conciencia humana en su estado más puro alberga en este conjunto objetual y en la fuerza de su mensaje esperanzador. De algún modo podrían ser consideradas como el rastro iniciático de un crepúsculo, al mismo tiempo que reliquia evidente de un comienzo. Larva de la quincuagésima regeneración atávica.
De la información obtenida a partir de las tablas de terracota, y otros elementos hallados en torno a los templos depositarios, se desprende que, al margen de la religión, los integrantes de una o varias congregaciones o sociedades, presumiblemente clandestinas, se auto-impusieron en los albores de la Confusión el compromiso de perpetuar toda una serie de presupuestos y creencias inalienables. Las vestigios de arcilla habrían actuado como unidades modulares de una serie específica de dogmas y/o auspicios particulares, con la mirada puesta siempre puesta en un fin superior. Los observantes rehmillanenses acudirían a unos enclaves determinados, en nuestro caso las Cueva 1, Cueva 2 y Cueva 3, en los que, a la manera de escribas, expertos en la nueva liturgia virtuosa traducirían sobre el barro tierno y en un lenguaje simbólico, todo aquello de lo que quisieran dejar constancia para el futuro los “parroquianos”. Buenos augurios, deseos de prosperidad, promesas, anhelos, pruebas y expectativas de amor, voluntades, predicciones de salud, demandas de cambio a mejor, códigos de buen comportamiento y tantos otros temas en esa línea. Observando las normas de algún decálogo instituido, aún no descifrado al completo, dichos maestros de las formas y los conceptos habrían sabido sintetizar a la perfección, en el lenguaje rehmillanense del bajorrelieve, una mezcla a partes iguales de invocaciones puramente personales, jaculatorias solemnes mancomunadas y perspectivas mixtas. Los parroquianos de viva voz relataban sus expectativas, mientras que los escribas las iban modulando sobre la arcilla a medida que se aclaraban los conceptos.
Todavía es pronto para explicar con precisión absoluta lo que dicen esas piezas, puesto que el lenguaje parece contradecirse en muchos casos, confuso, y dando lugar a ciertas paradojas poco o nada asumibles por la ciencia. En todo caso, se han podido conformar toda una serie de fundamentos básicos, que arrojan claves significativas que despejan dudas elementales, y que nos colocan en el camino preciso para progresar en ellas.
Por motivos de seguridad, no podemos desvelar a día de hoy la situación geográfica exacta de los yacimientos arqueológicos de Rehmiláns, ya que la exploración prosigue con enormes expectativas, encontrándose bajo secreto gubernamental. Desclasificar toda o parte de la investigación daría lugar con toda probabilidad a un retroceso en las pesquisas, ya que, tanto los últimos hallazgos como los cruces de las informaciones obtenidas en estos dos últimos años, implican líneas de actuación tan diversas como tangenciales que, de verterse en público hoy, muy probablemente podrían dar lugar a estados de desconcierto general y/o particular no deseados. Una situación científica difícilmente imaginable al inicio de los trabajos.
Las excavaciones se localizan en dos enclaves secretos de la isla de Mallorca y uno en la costa oeste de Cerdeña. Los tres de características muy similares: cueva de difícil detección en superficie, siempre profunda y con tendencia a la subterraneidad, con un amplio espacio de reunión a la entrada, múltiples nichos excavados en la roca para “enterrar” las tablas y una cabina con camastro de piedra, muy probablemente para ubicar a un centinela. Son cavernas muy limpias, espacios respetados por el hombre, en los que no se han encontrado rastros de vandalismo, ni tan siquiera pinturas ni mensajes cincelados en sus paredes o techos. Preocupa de algún modo la ausencia de cientos de tablas, a tenor de los muchos nichos vacíos; no se sabe con certeza si esos nichos se hicieron y no se llenaron nunca o, por el contrario, las placas fueron robadas o trasladados por lo “correligionarios” a otros enclaves, todavía no descubiertos pese a las distintas prospecciones llevadas a cabo. La dirección del proyecto científico se decanta por la opción de la mudanza, aún sin tener en su poder evidencia ninguna, ya que, de haber sido profanados los enterramientos, se habrían detectado en las cuevas signos evidentes de violencia.
Antoni Socías