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Centre Cultural Contemporani Pelaires, 2014 10 January 2014

LA IMPORTANCIA DE LOS SATÉLITES
(Desdoblamientos, divisiones y acumulación.)
Cierta comodidad histórica, una gran dosis de confusión y también las facilidades comerciales, nos conducen a creer que el estilo de un artista es la repetición -perpetuada o estacional- de sus maneras visibles; la normalización de algunos patrones particulares que, en consecuencia, lo conducirá a diferenciarse del resto de creadores. Por el contrario, en Casa Socías el estilo ha tenido y tiene otro significado bien distinto. Se trata de un conjunto de procedimientos y transformaciones, en apariencia heterogéneos, que mantienen su coherencia dentro de una trama argumental totalmente vinculada y razonable.
Invariablemente me he negado a descifrar mi trabajo, aunque sí he buscado con obstinación situarlo en un contexto ecuánime. Muestro, eso sí, la cocina donde se preparan los alimentos, la cama donde descansa mi obra y al mismo tiempo descubro esa habitación donde está la cama y algunos hechos significativos que suceden alrededor de ella. Propongo al público ejercicios tan incómodos como útiles a la hora de mantener viva la fascinación por lo recóndito y lo no explicado. “Un creador no es quien resuelve problemas, sino quien los plantea”… y si la afirmación de Anton Chéjov no queda clara en el ámbito de la creación, es el momento de admitir que estamos confundidos de medio e incluso de mundo.
En los primeros compases, bauticé este último trabajo como “El número 2”, porque plantea en esencia dudas razonables acerca del liderazgo. Porque crea incertidumbre y arroja suspicacias sobre la figura del genio y la genialidad, otorgando estatus de enfermedad a nuestra dependencia atávica de los encumbrados. Porque plantea la acción en la periferia y no en el centro. Porque describe con determinación nuestro dolor colectivo de cervicales, al habernos pasado una eternidad con el cuello volteado hacia la cúspide de la pirámide, desde donde manan las directrices, fluye la leche, se definen los cánones y delimitan las medidas.
Creo que hay en La importancia de los satélites una utilización tan audaz como desvergonzada del concepto clásico de obra de arte, al potenciar el desdoblamiento y la derivación del objeto artístico, bendecido históricamente como único, sea párrafo, cuadro, instalación, película o edificio. Al margen de los resultados palpables, otorgo verdadera importancia a todo aquello que comporta la trama narrativa de su estructura interna, a la arquitectura de los propósitos. Planteo objetivos pictóricos dobles, triples, cuádruples, bajo el paraguas deontológico de una densa propuesta conceptual de cohesión. Podríamos deducir, pues, que la poesía de las escisiones es el estado intrínseco –emocional- del pensamiento.
Toda mi labor artística se sustenta en un enérgico procedimiento, cocinado a fuego muy lento como antídoto contra el mal de las prisas y la necedad. El valor del paso del tiempo y su consumo acompasado son parte esencial del proceso de creación. Y, en esta nueva medida de la existencia, he recuperado la pintura de método paciente como proyección y legítimo testimonio de íntimos placeres renovados. Investigo sobre paralelismos estéticos y filosóficos, utilizando mi otro yo a modo de materia prima, para descubrir gradualmente la intensidad de lo lateral, el valor de lo contiguo, la conveniencia de lo fronterizo, la categoría de lo tangencial, la grandeza de lo anexo o el prestigio de todo lo adjunto. Del mismo modo, busco profundizar sobre el hecho de la doble personalidad, de la doble moral, de las dobles caras y de la cara oculta de la luna. La importancia de los satélites.























